lunes, 25 de febrero de 2013

A Propósito de la "Pobreza" de Contenidos del Museo Arqueológico de Asturias

Por Belvinus.

El pasado 22 de febrero el diario La Nueva España publicó un reportaje dedicado a los contenidos del Museo Arqueológico de Asturias. Encabezado por un titular que califica de “pobre” la información relativa a las piezas exhibidas, en su contenido se van desgranando declaraciones críticas sobre la exposición permanente que alberga este centro, vertidas por dos profesores de la Universidad de Oviedo, el propio arqueólogo del Museo Arqueológico y uno de los arqueólogos de la Consejería de Cultura.

Para el público general la noticia habrá resultado poco menos que anecdótica, máxime viendo los tiempos que corren. En cambio, a los lectores más informados sobre la cultura y arqueología de la región, no se les ha pasado por alto que estos cuatro especialistas formaron parte, durante el último gobierno de Areces, del equipo encargado de definir los contenidos de este nuevo museo. Es decir, fueron responsables de lo que ahora se exhibe y critica.


Durante el montaje de la exposición estas personas no expresaron queja alguna. O quizá sí lo hicieron, pero sus protestas, que no llegarían a trascender, resultaron infructuosas. Sea como fuere, lo cierto es que la voluntad de continuar con el proyecto prevaleció en su ánimo sobre la defensa de sus principios museográficos. Consecuentemente, la postura que les quedaba era asumir como propia la exposición; por coherencia, pero también por la lealtad debida a quien contó con ellos para definir los contenidos del nuevo equipamiento. Así es que cuando uno lee estas críticas ahora, dos años después de la reinauguración del Museo, no puede evitar la percepción del aroma a ventajismo que exhala de ellas.


Hay que señalar no obstante que las deficiencias que se denuncian se refieren, por lo general, a cuestiones puntuales y accesorias. Así por ejemplo, Jorge Camino, arqueólogo del museo, afirma que “se actuó con criterios de diseño que no fueron arqueológicos” (confiamos en que este empleado público concrete algún día qué entiende por “diseño arqueológico”). También se emiten juicios de valor sin justificar, como el que hace Ángel Villa, arqueólogo de la Consejería de Cultura, en relación con las maquetas, que son consideradas “malas, poco atractivas y poco comprensibles”. La censura de mayor calado la efectúa José Avelino Gutiérrez, profesor de la Universidad de Oviedo, quien se lamenta de que durante el montaje los textos que él aportó –que cabe suponer que se adaptaban a lo requerido–, “fueron reducidos a la mínima expresión” por la empresa encargada del montaje de la exposición. Por su parte Marco de la Rasilla, también profesor de la Universidad de Oviedo, no va más allá de afirmar que los carteles de las vitrinas le resultan “un poco pobres”, si bien subraya que “hay gente que prefiere poca letra y más imagen”.

Ciertamente, algunas de estas críticas pueden considerarse pertinentes. No obstante, resulta evidente que la exposición del Museo Arqueológico puede suscitar mayores motivos de queja que los derivados de accesorias cuestiones museográficas. De entrada habría que reprochar la ausencia de un discurso que articule y sirva de hilo conductor de toda la exposición, carencia que acaba transmitiendo en el visitante la percepción de que el MAA alberga no una sino varias exposiciones deslabazadas. Muchas de ellas adolecen además de una alarmante falta de recursos didácticos que ayuden a comprender al visitante la funcionalidad de las piezas que se exponen.


Conviene señalar además que la ordenación de las distintas salas no está sólo en función de los principales periodos, culturas o yacimientos. Buena parte de ellas se ha puesto también al servicio de las actividades arqueológicas de algunos de los integrantes del equipo elaborador de contenidos. Esta servidumbre se traduce en el sobredimensionamiento del espacio otorgado a determinados yacimientos, etapas y territorios, que no está en consonancia con el volumen y entidad de lo que se expone (las vitrinas dedicadas a los castros de Villaviciosa y al mundo castreño-romano en general constituyen una buena muestra). Ello tiene como contrapartida la minimización de otras manifestaciones de nuestra historia merecedoras de una mayor presencia, de las que el Perrománico, paradójicamente, posiblemente sea la que haya recibido peor trato. Podría decirse así que el Museo Arqueológico de Asturias no es solo el museo más importante dedicado al patrimonio arqueológico de la región. También es un gigantesco contenedor en el que se reflejan los egos y vanidades de ciertos arqueólogos. Todo ello financiado, naturalmente, con dinero público.

1 comentario:

  1. Lo interesante sería saber cuanto cobraron los expertillos (¿o esperteyos?) de marras en la elaboración de esos contenidos maravillosos que ahora critican. Una vez hechos los contenidos para mayor gloria de cada uno de ellos, se quejan de que sus elaboradas y sesudas creaciones intelectuales se redujeron a "la mínima expresión". Ya les vale...
    En todo caso no se puede negar que en el Arqueológico se combinan grandes aciertos y graves carencias, que toca corregir. La información de las cartelas es una de ellas, porque los genéricos "cuevas de Asturias" o "castros de Asturias" da una sensación horrible: como si nuestros afamados expertos desconociesen el origen exacto de sus maravillosas piezas; como si hubiesen aparecido por arte de birlibirloque en los almacenes de esta sacrosanta institución. De todos modos, y con tanto resalao resabido estupendo que trabaja para la Administración, seria fantastico que alguno recorriese la exposición con atención, a fin de poner al derechas algunas de las piezas que se han colocado al revés. No cuesta nada, hombre...

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