martes, 19 de mayo de 2015

Sobre descubrimientos, difusión y sensacionalismo: amarillismo y arte rupestre


Por John Milner.

A RAIZ DEL SERIAL PERIODÍSTICO DESATADO sobre los nuevos descubrimientos de Tito Bustillo (LNE 12/05/2015, EL COMERCIO 12/05/2015, LNE 13/05/2015, EL COMERCIO 17/05/2015), hemos estado, por un lado, repasando lo publicado y reflexionando sobre ello y, por otro, consultando la bibliografía más reciente sobre la cueva (dispersa, claro, porque no se ha publicado obra alguna de conjunto). Todo ello nos lleva a concluir que el despropósito es extraordinario, aunque si se analiza desde el punto de vista historiográfico el tratamiento dado a Tito Bustillo en materia de gestión y de investigación, ya desde 1968, nada debería sorprendernos. El problema es que, tal y como alguien ha comentado, es una lástima que Asturias, que se había convertido en un referente en materia de seriedad y rigor a la hora de abordar el conocimiento de un patrimonio excepcional, se esté convirtiendo en el hazmerreír de la comunidad científica internacional.

Titular de prensa en los años setenta
Para empezar, cualquier persona medianamente informada comprenderá que el descubrimiento de una nueva pintura o grabado en el interior de una cueva no suele producirse en la rutina fugaz de una visita guiada, sino como resultado de una inspección minuciosa, sosegada y temporalmente extensa. A esta actividad se le llama “actividad arqueológica” y, como tal, está regulada en el artículo 63 de la Ley del Principado de Asturias 1/2001, de 6 de marzo, de Patrimonio Cultural. La realización de esta actividad precisa de solicitud, proyecto y autorización previos. Dudamos si tan proyecto de investigación con su correspondiente permiso existe, dada la falta de cualificación y competencia del descubridor. De no existir tal autorización el tema es suficientemente serio como para no abordarlo con frivolidad.

¿Oso en Tito Bustillo?
Suponiendo (y es mucho suponer), que tal proyecto estuviese en marcha, el orden lógico y esperable de las cosas pasa por descubrir, notificar a la Administración competente, documentar e investigar, publicar y contrastar los resultados con otros investigadores. La difusión y divulgación deben venir tras esos pasos previos. Sin embargo, la estela de este nuevo artificio mediático en la cueva de Tito Bustillo ha sido semejante a la de otras ocasiones y el guión se ha venido desplegando en el orden habitual: varios días de presencia continuada en la prensa escrita, a base de declaraciones fútiles (“La cueva es mucho más guapa en invierno, con más humedad y el agua que corre”), exageradas (“Tito Bustillo no se acaba nunca”) y autocomplacientes (“Yo siempre tuve confianza y mi arriesgada teoría…”); comentarios irresponsables (“La cueva quizá podría abrirse en invierno”) e infra-cualificados (“Se podría constituir una cátedra para trabajar sobre los hallazgos”); y, como no, reivindicaciones políticas huecas de tinte preelectoral y localista (“Si esto lo tuvieran en Cataluña sería conocido a nivel mundial”). En definitiva, artimañas publicitarias, con mucha pompa y mucho boato folletinesco, pero con una ausencia clamorosa de rigor cultural y una penosa falta de seriedad informativa.


Desafortunadísimo intento de calco publicado de una de las nuevas figuras

Luego, cuando se baja al detalle de lo publicado, algunas de las afirmaciones llaman poderosamente la atención. Por ejemplo, es muy llamativo que se nos quiera vender como extraordinario el descubrimiento de un mamut en la cueva. Sería -indican la prensa, el descubridor y el investigador- el primer mamut de Tito Bustillo, al margen de un resto pictórico documentado por Pedro Saura en 2007 y que, aunque inicialmente interpretado por él como mamut, presenta muchas dudas al resto de investigadores. Es muy sorprendente que ni la prensa, ni el descubridor, ni el investigador, hagan referencia alguna a una figura de mamut que el propio Balbín documenta en el sector XI y que publica, con fotografía incluida (aunque sin el necesario calco, porque en la foto, como casi siempre, no se ve nada) en el año 2002 (I Symposium Internacional de Arte Prehistórico de Ribadesella, p. 118). ¿Se les ha olvidado?, ¿ya no es un mamut y no nos lo han dicho?... Quizá sea algo parecido a lo que ocurrió en El Pindal, donde, dependiendo del párrafo del artículo de Balbín et alii que se lea, en tal cueva habría 9, 12 o ni se sabe cuántos mamuts. Es animal raro en el bestiario cantábrico, aunque no en la abundancia y explosión paquidermo-bibliográfica del catedrático.

Presunto nuevo mamut en Tito Bustillo. Ya no sabemos si es el primero, el segundo o el quinto descubierto. Repasando la bibliografía publicada se pierde la cuenta.

Otro asunto sobre el que podemos reflexionar es acerca de la calidad de investigación desarrollada en Tito Bustillo desde 1972: resulta que cuarenta y tres años más tarde seguimos teniendo un yacimiento arqueológico sin excavar y una cueva con arte rupestre sin documentar. Hasta el extremo de que un aficionado encuentra entre 15 y 30 figuras nuevas (a ver si nos aclaramos cuántas son), que muchos años, muchos recursos y muchos miles de euros invertidos en investigación no habían localizado. En el año 2002 el catedrático escribía al respecto de Tito Bustillo y su publicación que la revisión definitiva estaba casi terminada, al tiempo que presentaba sus fichas, sus fotos y sus calcos, todo ello realizado con el dinero público de los asturianos. Muchos años después se sigue esperando con interés la monografía de la cueva, aunque mientras tanto habrá que conformarse con derivas como la que ha visto la luz en el reciente bodrio publicado, a su imagen y semejanza, por el Realísimo Instituto de Estudios Asturianos.


Hay que reconocer, sin embargo, que las investigaciones llevadas a cabo en Tito Bustillo por el catedrático en los tres últimos lustros dieron lugar a algunos hallazgos de relevancia. Tal es el caso de la Galería de los Antropomorfos o del depósito de contornos recortados hallado en el interior de la cueva, y de los que da cuenta la dispersa bibliografía publicada. Sin embargo no recibieron ni de lejos el tratamiento mediático al que ahora asistimos por parte de la prensa. En el despliegue periodístico y personalista de estos últimos días parecen confluir dos intereses potentes: por un lado, que un empleado público pretenda rehabilitar su maltrecha imagen pública (aunque entendemos mal que un empleado público tenga que tener imagen pública alguna), y por otro que un catedrático al borde de la jubilación busque una excusa para volver a solicitar proyectos de investigación en Tito Bustillo, que por supuesto, habrán de ser financiados de nuevo por el erario público.



El problema es que la Administración competente no está en condiciones de exigir rigor en este tema, por cuanto en tal juego de sensacionalismo barato también ha participado recientemente el actual Director General de Patrimonio Cultural, Adolfo Rodríguez Asensio. Irrumpiendo en el año 2013 en una cueva con un proyecto de investigación vigente desde 2008, y que él mismo habría concedido en su anterior etapa como Director General, se hace acompañar de otro aficionado para peritar el supuesto descubrimiento de dos bisontes inéditos en la Peña de Candamo. Sin contrastar sus apreciaciones con algún investigador solvente, comunica el hallazgo a la prensa, y acaba siendo primera página en el diario regional La Nueva España, para mayor gloria de su hidalga figura de político incansable e intelectual reputado. Incluso, y sin ruborizarse, mete de rondón un artículo al respecto en el último tomo de las memorias de Excavaciones Arqueológicas en Asturias, correspondientes al periodo 2007-2012, esto es, excediendo el margen cronológico de la publicación.



En relación con tan destacado descubrimiento a cargo del político-prehistoriador, el equipo investigador de la cueva de La Peña acaba de publicar un trabajo presentado en un congreso celebrado en Oviedo en julio de 2014. En él documentan que aquellos trazos grabados que el Director General y su acompañante vieron se trata de graffitis modernos, que no supieron diferenciar de grabados prehistóricos (molinos, por tanto, y no gigantes, mi señor Don Quijote...). Por desgracia, tras las aclaraciones de los investigadores de la cueva, no hemos visto noticia alguna en la prensa que rectificase aquel sensacionalista titular anterior.


A consecuencia de todo esto, consideramos urgente llamar la atención sobre la calidad de lo que se publica en la prensa asturiana, sin rigor y acríticamente, al respecto de la arqueología en general y el arte rupestre en particular. Hay algún ejemplo reciente que roza el esperpento más extraordinario. Y en esa línea, lo publicado estos últimos días en prensa al respecto de los nuevos hallazgos de Tito Bustillo provoca sonrojo y una gran sensación de vergüenza ajena. 


Noticia publicada en La Nueva España sobre un "nuevo descubrimiento" en el concejo de Onís

Como reflexión final, hace veinticuatro años que se celebró en Colombres la ya mítica Mesa Redonda Hispano-Francesa sobre Protección y Conservación del Arte Rupestre Paleolítico. De ella extraemos el siguiente párrafo, firmado por el catedrático Manuel R. González Morales y perfectamente aplicable a la realidad de la situación: “Una serena y precisa información oficial puede limitar los efectos de una primera difusión sensacionalista de tipo individual, al colocar en sus justos términos y poner de manifiesto la responsabilidad que la Administración tiene sobre el Patrimonio y su conservación. Si no se hace de esta manera, la influencia de una difusión pública espectacular, personalizada en la figura de los descubridores, resulta muy negativa ante casos futuros”.

1 comentario:

  1. Se podrá decir mas alto...pero no más claro. Enhorabuena.

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