Por
J. Vipsania.
En
la distancia geográfica y temporal se vislumbra ya muy lejano aquel
18 de Julio del año 2011, fecha en la que Don Emilio Marcos Vallaure
tomó posesión como (in)flamante Consejero de Cultura y Deporte en
el Principado de Asturias. Tras aquel protocolario acto, en su
locuacidad a veces un tanto atropellada, dejaba para los titulares de
prensa una contundente declaración de intenciones, en la que la
salvaguarda del Prerrománico y de la Lengua Asturiana estaban entre
sus prioridades, junto con la culminación del proyecto de ampliación
del Museo de Bellas Artes de Asturias, todavía entonces (y también
después, durante más de siete meses) bajo su excelsa dirección
(LNE, 19 de julio de 2011).
Para
ejecutar su programa de actuaciones, formó un destacado equipo de
trabajo, juntando en extraña amalgama direcciones y directores
generales, junto a agencias y directores de agencia. Lo hizo antes de
promulgar la estructura orgánica de la nueva Consejería,
circunstancia que obligó a desnombrar a los nombrados para volver a
nombrarlos, lo que sin duda provocó perder un valioso tiempo de
actuaciones protectoras sobre nuestro Patrimonio Cultural. Y lo hizo
esquivando la Ley, que obligaba a nombrar funcionarios y no amiguetes
de la misma panda para un equipo gestor, que pasó de ser heredero
directo en el siglo XXI de la Comisión Provincial de Monumentos, a
ser el más nefasto, grotesco, incompetente y frívolo de cuantos se
recuerdan desde que Asturias es Autonomía.
Afanosamente
se pusieron manos a la obra, pero antes de proteger había que
desproteger, desprestigiar y a ser posible destruir lo que había y
que no les gustaba: todo lo que para ellos no era Cultura,
sectariamente debía ser sometido a ira y fuego purificador, algo de
lo que el ínclito Vallaure dejó constancia en el sainete en el que
logró convertir algo tan serio como es una comparecencia
parlamentaria. Búsquenla en Youtube, descárguenla y guárdenla,
para mostrarla a generaciones venideras...
Tras
esa necesaria pausa, había que jugar un poco al ajedrez, colocando y
descolocando peones, alfiles, torres y damas, porque más allá de la protección del Patrimonio Cultural de Asturias, estaba en juego una
partida de estrategias donde la ubicación adecuada de las fichas
sobre el tablero determinaba el dominio, el control y la gestión de
la Cultura Asturiana durante los próximos veinticinco años,
independientemente de las siglas del gobierno de turno. Y claro, en
estas componendas seguimos perdiendo un tiempo precioso...
Cuando
nos fuimos a dar cuenta, habían transcurrido diez meses pero, pasado
el tiempo de las castañas, ya era el tiempo del Patrimonio Cultural,
del Museo de Bellas Artes, del Prerrománico y de la Llingua
Asturiana. Y allá que se pusieron a proteger más que nadie. Y tanto
y tanto protegieron, poniendo picas en Flandes (no vaya a ser que se
repitiese en Asturias el fenómeno restaurador de Borja), que en su
incompetencia dejaron pasar una subvención ministerial de 99.600 €
para la intervención en la Cámara Santa, uno de los edificios
prerrománicos más emblemáticos. Quién no recuerda la entrada en
ella del Generalísimo en 1942, portando la Cruz de la Victoria, tras
la restauración a que fue sometido el edificio después de la
voladura con dinamita provocada por las hordas comunistas en 1934...
Y,
sorpresa sorpresa.... Tras la audaz maniobra del entonces Presidente
del Principado (otro Francisco, pero de apellido Cascos) convocando
elecciones anticipadas, de la noche a la mañana la pandilla gestora
de la Cultura asturiana se encontró ejerciendo en funciones, con las
fichas del ajedrez desparramadas sobre el tablero, el Bellas Artes
sin director y sin ampliación, la Llingua de trapo y la subvención
para el Prerrománico perdida.
De
esta última circunstancia es de la que se ha dado cuenta en estos
últimos días, tras la presentación en sociedad de las últimas
obras de restauración en el complejo catedralicio ovetense. Fue la
actual Consejera de Cultura, Ana González, quien aludió a la
pérdida de la subvención por un problema “que no se si denominarlo
técnico”, ya que los responsables entonces “decidieron que era
mejor hacer un nuevo estudio petrológico” (LNE, 2 de octubre de 2012). A estas declaraciones respondió el exconsejero en nota de
prensa, con llamativa virulencia, tildando a su sucesora de ineficaz,
ignorante y poco diligente, y responsabilizándola de la pérdida del
dinero ministerial (LNE, 3 de octubre de 2012).
Sin
entrar a valorar la necesidad técnica de apurar los plazos y los
contenidos del plan de intervención, los tiempos y los procesos
administrativos son los que son: el responsable de garantizar la
disponibilidad de los fondos era Don Emilio, se mire por donde se
mire; y si era indispensable paralizar la intervención a la espera
de nuevos informes técnicos, el responsable de negociar con el
Ministerio la partida económica era el exconsejero. Tira balones
fuera, patalea, insulta... todo eso se le da muy bien. Pero en
negociar a nivel político, en altas instancias, y de acuerdo a los
procedimientos administrativos correspondientes, es el señor
Vallaure el que demostró ser incapaz, ineficaz, poco diligente y
profundamente ignorante. Y no sirve disfrazarlo con su verborrea
habitual, con sus salidas de tono de abuelo de los Alpes antipático
y maleducado.
Quizá
en la respuesta extemporánea de Don Emilio subyace un cierto
resentimiento con la actual Consejera. Quizá esperaba que le
devolviesen a la dirección del Museo de Bellas Artes y no a su plaza
de conservador raso, en la actualidad vacante, ya que tras el fugaz
paso por la Consejería de Cultura se encuentra en situación de IT,
es decir, incapacidad temporal. Quizá en su enfado se manifiesta la frustración, porque probablemente le hubiese gustado protagonizar
una escenita como la de Don Francisco en la Cámara Santa, bajo palio
y portando el estandarte del Patrimonio Cultural, pasando a la
posteridad como uno de sus grandes defensores. Pero el paso a la
posteridad está muy caro, Don Emilio, y como el puesto en el cielo a
la diestra de Dios, hay que ganárselo con algo más que palabras y
palabrotas, y con algo más que invocaciones a los espíritus de
Selgas, Canella, Del Llano o Vigil: hacen falta buenas obras, a ser
posible de restauración, habilidad negociadora, búsqueda de
recursos, aplicación en los objetivos, trabajo, eficacia, criterio y
conocimiento. Y una buena dosis de humildad, además.
No es lo mismo predicar que dar trigo, que en versión Vallaure se traduce en, por un lado, ir de excursión por toda la región (pasar horas en el despacho es muy aburrido...) para hacerse la foto y denunciar la situación de nuestro patrimonio cultural; y por otro, en demostrar de forma práctica una incapacidad absoluta para ejecutar un solo proyecto o idea que sirva para mejorar esa situación.
ResponderEliminarLo triste es que más de un despistado se cree aún el cuentín de Vallaure preocupado por el patrimonio cultural.
Papeles viejos
ResponderEliminarA propósito del brillante post que La Fisga ha dedicado al tema de la incompetencia de una parte de los “políticos” y los “técnicos” que en la legislatura anterior hicieron lo imposible para que lo posible (la restauración de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo) no se realizase, traigo aquí un párrafo del prólogo de Francisco Jordá al catálogo de los restos prerrománicos conservados en el Museo Arqueológico de Asturias. El libro, cuyo autor es Carlos María de Luis, fue publicado por la Diputación de Asturias (vieja institución poco sospechosa de anti-asturianismo) con motivo del XII Centenario de la Fundación de Oviedo.
Dice así:
“La especialización en una materia académica es cosa que no se improvisa y necesita años de trabajo y de severa disciplina escolar. Estamos ya muy lejos de aquellas etapas en las que triunfaba la vanidad o el esnobismo de los anticuarios y aficionados locales, plaga de la verdadera investigación e inconsciente fauna anticientífica” (pág. 2).
Ah, se me olvidaba. El libro salió de imprenta en 1961.