Por Claudio.
Puestos a hacer justicia a la figura
del Don de la pajarita, el augusto, augustísimo Don Emilio, no sólo
hay que tener en cuenta su nefastísima gestión como Consigliere
(ser Consejero es otra cosa, este sólo llega a Consigliere).
Hay que tener en cuenta también su gestión al frente del Museo de
Bellas Artes, auténtica sede de facto, no de una institución
cultural dedicada a la difusión de las bellas artes, sino de la
cocina de los defensores de los monumentos y de los emolumentos del
grupo cultural “Oviedo”. Así nombramos a ese grupo de sabios,
profesores y catedráticos de la aldea astur, que siguiendo la estela
de los grandes factotum que los precedieron (Canella, Uría,
Manzanares) retuercen la realidad hasta límites insospechados para
garantizar que nadie que no sea uno de ellos controla la política
cultural asturiana.
El desastre de obras y proyectos del
Museo de Bellas Artes de Asturias es el ejemplo más paradigmático
de la incapacidad gestora del Don de la pajarita. Un edificio que
lleva años en obras, que lleva años perdiendo partidas
presupuestarias, en el que se están cometiendo tropelías estéticas
y arquitectónicas que sorprenden a propios y extraños, pero que
nadie critica porque no será la prensa regional, cautiva y
partidaria del clan del Consigliere cavernario, quien muestre
la más mínima disensión.
Se habla y se critican los Niemeyeres y
las Laborales, no sin razón. ¿Pero conoce alguien las cuentas del
Museo de Bellas Artes? ¿Dónde está el plan museológico que
organice ese derroche de obra? Porque plan no conocemos, pero
modificados del proyecto se suceden uno detrás de otro: ahora porque
no me cabe un cuadro, ahora porque no sé por dónde lo meto, ahora
porque no me gusta esto, ahora lo otro... ¿Conoce alguien la
política de compras de obras de esta institución? Cuando desde su
equipo gestor se criticó al chaval de Grao que arrasa en las
galerías de arte de Nueva York, ¿no le preguntó nadie cómo es
posible que el chaval de Grao no haya expuesto nunca en el Museo de
Bellas Artes de Asturias?
Así que la frivolidad ante la
restauración de la Cámara Santa era más que previsible, porque al
clan del Consigliere cavernario no le importa el patrimonio,
sino el control del poder. El Don de la pajarita lo ha expresado con
toda claridad: la culpa es de la actual consejera que no sabe
explicarle al Ministerio de Cultura cómo se hacen estas cosas. ¿Se
puede ser más presuntuoso y tener menos vergüenza? Quizá pudiera
alguien explicarle a este señor, que la gente que trabaja en el
Ministerio de Cultura han pasado una oposición “de verdad”, que
no están colocados en el puesto desde los estertores del antiguo
régimen. Podría también alguien explicarle que la Catedral, su
cabildo y sus arquitectos llevan más de quince años gestionando
proyectos de obras dentro del plan de restauración de la Catedral.
Aunque sólo sea mediante ensayo error, es de suponer que tengan
media idea sobre el tema, puesto que de momento la Catedral sigue en
pie y, por cierto, reluciente. ¿Se puede decir lo mismo del Museo de
Bellas Artes? Que a este paso va a estar quince años en obras para
que al final no tengamos por dónde meter los cuadros.
Pero estemos todos tranquilos. Que la
culpa no será del Consigliere que gobernó con mano de hierro
y cerebro de mosca el Museo durante treinta años, sino que será del
Consejero de turno.
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