Por Claudio.
Cuando uno sale de la aldea cultural
astur, dominada por Astérix Marcos Vallaure, Obélix Crabiffose,
Panorámix Graña y por Abraracúrcix López (o Llópe), aparte de
respirar aire limpio, ve cómo está el mundo y flipa un poco.
Durante más de una década el discurso oficial de las fuerzas vivas
culturales de Asturias ha sido un grito contra La Laboral, agujero
negro de los recursos de la política cultural asturiana. Los
ideólogos asturgodos de la cultura oficial han defendido siempre que
había que invertir en las instituciones dueñas de la cultura
oficial de la nación astur: el Museo del Pueblo, el Museo de Bellas
Artes, los hórreos y los castros. O sea, en sus chiringuitos. Sería
buena terapia enviar a estos asturgodos de visita al reino suevo a
ver si con el viaje aprenden algo.
Cualquiera que haya visitado la Ciudad
de la Cultura en Santiago de Compostela habrá, simplemente,
alucinado. Se trata de uno de los mayores despropósitos que nunca
hayamos visto, completamente fuera de toda medida y justificación.
Inmensos edificios hechos con el lujo que los gallegos saben darle a
su arquitectura, enormes agujeros excavados en la tierra rellenados
luego a base de forjados de hormigón, espacios amplísimos y
luminosos, tejados rematados con piedra en curva... Con lo difícil
que es hacer un plano recto y lo mucho más difícil que es construir
a base planos curvos!! Así es Galicia.
Cuando uno ve eso, y lo integra en su
esquema mental pleno de referencias negativas contra La Laboral,
siente de golpe un viaje en el tiempo y se ve retrotraído a la
década de 1950. Entonces piensa en el ministro Girón y en su
proyecto megalómano de Gijón. En el patio corintio y el patio
dórico, en la iglesia redonda de planta martirial, en el teatro, en
la cafetería, en las instalaciones deportivas y las instituciones
docentes. Y en la majestuosa torre cuadrada. Pero la Ciudad de la
Cultura no se ha hecho en el marco de una dictadura sino en el marco
de un gobierno democrático. No se ha hecho en una sociedad medio
analfabeta, sino en una sociedad donde el 90-95% de los ciudadanos
saben leer y escribir, o aunque estén oxidados, tienen acceso a la
radio y la televisión para informarse.
De repente se rasga el mito y la
leyenda negra de La Laboral. Porque La Laboral fue una de esas
famosas herencias recibidas. Un auténtico mamotreto cuyo interés
cultural nadie pudo negar, ante el que la administración y el
gobierno se vio forzado a elegir entre derribarlo o usarlo. La
demolición habría sido una locura aunque seguro que muchos
intelectuales revisionistas odiarán a La Laboral como odian el Valle
de los Caídos; después de todo no dejan de estar edificados sobre
un charco de sangre. Aplicando este argumento deberíamos derribar el
Partenón, el Coliseo, el Escorial o la Puerta de Alcalá; pero ya
sabemos que la sangre de mi abuelo es siempre más roja y más
importante que la sangre de los abuelos de los demás y mucho más
que la sangre de tatarabuelos de los que no tenemos ya una foto.
Después de todo para ser un intelectual revisionista hay un
principio fundamental del que olvidarse: la igualdad.
Pero volviendo a La Laboral, la
demolición no era una opción. Pues habrá que restaurarlo y darle
uso decidió el gobierno de Areces, tal y como se ha hecho. Con esto
no justifico los excesos ni para qué se ha hecho. Es decir, una cosa
es no tirar un edificio y otra cosa es acertar con el uso que se la
ha dado. Me parece muy criticable que este uso no sea productivo,
sino que solamente aumente el gasto: ubicar una televisión pública,
ser sede de instituciones públicas, el teatro... Gasto, gasto,
gasto. Podrían haberse hecho oficinas para alquilar, utilizarlo de
centro de empresas tecnológicas, como gran centro de convenciones y
congresos... o si tiene que ser algo público, podríamos haber
concentrado allí los estudios universitarios de Gijón, en vez de
edificar el campus de Viesques al lado. Esa oportunidad se perdió,
pero sin duda es reparable y tiene solución. Lo importante es que el
bien cultural sigue ahí, para sorpresa y deleite de quien lo quiera
conocer y disfrutar.
La Ciudad de la Cultura es todo lo
contrario. En vez de ser la solución a un problema heredado es la
generación de un problema que heredan los que vienen detrás, de
momento nosotros mismos. ¿No es sorprendente? Para algún simplista
malvado podríamos resumir el problema así: la derecha crea
mamotretos y la izquierda los asume y les da viabilidad. Es un
razonamiento un poco básico que no podemos compartir, si tenemos en
cuenta que, unos con la construcción y otros con la gestión, entre
todos solo han sabido gastar y más gastar. Ni unos ni otros han
creado un recurso que genere riqueza por sí mismo; la única riqueza
creada ha sido el beneficio de quien gana dinero con las obras, con
las restauraciones o con el sueldo dependiente del presupuesto
público.
Pero con todos sus defectos me quedo
con la Laboral, puesto que siempre es mejor buscar una solución
(mejorable) a un problema que generar un problema sin solución. Esto
es un razonamiento crítico, maduro y argumentado.
El que quiera
titulares y exabruptos básicos, que cierre el blog de La Fisga y que
se vea este
vídeo.
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