domingo, 18 de agosto de 2013

De los Políticos a los Periodistas, el Patrimonio como Repulsivo

Por M. E. Boyle.

Como todos los veranos, en los meses de julio y agosto la prensa regional se ha estado adornando con noticias sobre el patrimonio cultural del solar astur. Muy especialmente, como casi siempre, La Nueva España.

Tiene este medio la fea costumbre de adoctrinarnos periódicamente con sus editoriales, posicionados de manera habitual en un nimbo de autoridad intelectual y social que poco se corresponde con su miope localismo de tintes tabloides.

Insustancial editorial el del domingo 28 de julio, titulado “Del Chao a La Lluera, el patrimonio como revulsivo”, en el que, en un repaso al patrimonio cultural asturiano (no vamos a ocuparnos hoy de la ojeada que se le echa también al patrimonio verde), se entremezclan prehistoria con romanos, cultura con administración, investigación con rémoras culturales…, en fin, churras con merinas. Y, como siempre, en apariencia objetiva para disimular las banderas propias.

Para empezar, diré que me pareció graciosa la comparación del Castillo de Gauzón con Le Mont Saint Michel, recordándome inmediatamente este sosegado símil a otro de aquel paisano superasturiano que comparaba los túmulos de Monte Areo con Stonehenge. Pero, puestos a comparar, me ha extrañado que, entre tanta emoción patria, no se le haya ocurrido al editorialista equiparar La Carisa con Masada, planteando únicamente la brillante ocurrencia de “mostrar” a los turistas tan aguerrido hito arqueológico astur, que durante medio año está cubierto de nieve y al que durante el otro medio hay que acceder por imposibles pistas rodadas.

Ni que decir tiene que no falta en el sermón dominical del Diario Independiente de Asturias la alusión al ¿”biólogo”? Arsuaga y su archiconocida sagacidad divulgativa. Según parece, los asturianos somos incapaces de promocionar a nuestro neandertal del Sidrón, por lo que necesitaríamos más cantautores mediáticos y menos arqueólogos herméticos. Y si cándida es la alusión a los bifaces de los heidelbergensis del Cabo Busto, no falta la muy canónica reverencia al Chao Samartín, del que siempre este diario tiene puntual y desinteresada exclusiva.

Pero la traca final de esta miscelánea pseudo-histórica es el muy decorativo mundo del arte rupestre paleolítico que, en opinión del hueco editorialista, viene a salvar todo el desastre gestor anterior. “Situación para albergar la esperanza” es como define la reciente ocurrencia de gestionar el abrigo de La Lluera echando mano de la “sociedad civil”, metáfora gustosa a la insustancialidad política y periodística que no significa otra cosa que entregar las visitas guiadas a la cueva a una asociación vecinal. En este caso, no sorprende que una agrupación de vecinos se preste voluntariamente a realizar tal actividad. Lo que asusta es que un Director General, en tiempos profesor de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, haya entregado la gestión diaria de una cueva con arte rupestre a un grupo de voluntariosos conciudadanos entre cuyos compromisos organizativos y objetivos fundacionales no constan ni la palabra prehistoria ni los conceptos conservación y gestión cualificada del patrimonio. Atónitas deben estar las promociones de estudiantes universitarios que pasaron por las manos de ese prehistoriador político que intentó formarles profesionalmente como futuros historiadores, maestros, investigadores o gestores, haciéndoles pensar que aquella disciplina que impartía era científica y no mera afición local por el patrimonio cercano a casa.


Por si acaso, ya nos aclara el sesudo editorial que los afanosos informadores locales “han recibido clases para formarse”, lo cual significa, según noticia de ese mismo diario, que el Director General de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias les ha explicado personalmente lo que deben decir, eso sí, más o menos y como buenamente puedas. Sorprende tanto la ubicuidad de este señor, que ya no sabemos si es director general o prehistoriador y si trabaja con la administración política o aún con la universitaria. Caso paradigmático de duplicidad para tiempos de crisis: cuando soy profesor, juego a político; y cuando soy político, juego a profesor.


Por si todo ello fuera poco, el ufano editorial, subiéndose al carro del populismo imperante, nos explica que tal actividad se desarrolla “sin coste para el erario y comprometiéndose a actuar como guías”. En este caso, la sorpresa ha debido ser mayúscula para aquellos profesionales que, tras años de estudio y experiencia, descubren que su trabajo es, más que una cuestión de profesionalidad y esfuerzo, una actividad de voluntariado ocioso e inexperto. Y, mientras, la Administración del Principado de Asturias molestándose en crear un cuerpo de guías cualificados mediante habilitación oficial. Ay, ay, ay…


Visto lo visto y leído lo leído, podríamos buscar entre la diversidad de profesionales de prestigio jubilados con que contamos en la región un voluntario que quisiera ocupar el puesto de Director General de Patrimonio Cultural, así nos ahorraríamos el peso de unos sesenta mil euros anuales sobre el erario público y, de paso, quizá encontraríamos a alguien que contase con suficiente capacidad técnica y responsabilidad administrativa como para gestionar el patrimonio asturiano atendiendo a los criterios y objetivos de la empresa a la que representa. Igualmente, deberíamos buscar entre la amplia sociedad civil desempleada y cualificada voluntarios que “se comprometieran a actuar como” periodistas, aportando además el ordenador, el micrófono y la grabadora propios. De esta manera, “asumirían riesgos” y gastos, aunque seguramente no “las riendas de su destino”.



Conclusión realista: ante el panorama que ciertos políticos y periodistas nos plantean, mucho me temo que, de momento, los asturianos tendremos que conformarnos no con el mítico Braveheart escocés que La Nueva España adula, sino con un héroe un poco menos vigoroso. Digamos, por ejemplo, George de la Jungla.


1 comentario:

  1. A mí se me ocurre un buen ejemplo de cómo la “sociedad civil” y no profesional (este es un hecho fundamental), puede intervenir en las cuestiones referentes al patrimonio cultural de forma voluntaria y desinteresada: la “restauración del Ecce Homo” de Borja. Si bien la restauradora aficionada actuó con buena intención, los terribles resultados de esta acción son conocidos por todos. Soy de los que opinan que hay que dejar a los profesionales trabajar. Ni el editorial de la Nueva España, ni las declaraciones del Director General, me parecen acertadas.

    ResponderEliminar